martes, 24 de enero de 2012

BALTAR, EL AMO

José Luis Baltar se va. Muchos lo celebran. Partidos de la oposición, periodistas y ciudadanos anónimos que jamás le han votado. Se alegra también la cúpula del PP de Galicia con Feijóo y Rueda al frente.

Siento aguar la fiesta, pero no veo motivos para tanto regocijo. Baltar se marcha cuando quiere y como quiere, sin haber perdido nunca unas elecciones en 22 años y dejando las puertas abiertas a su hijo para que le suceda en el cargo. Se va tras haber visto a Cuiña, Cacharro y el mismísimo Fraga, irse por la puerta de atrás, contundentemente derrotados por las urnas o por la dirección del partido.


Baltar lo sabe y por eso ha insistido en decir que se va porque quiere y no porque nadie le haya obligado. También ha dado la clave de su éxito: el apoyo de las bases del PP ourensano. Ha dicho que los que mandan en los partidos son como veletas, pero que las bases son leales. 

Baltar se va con la cabeza alta por todo esto y porque deja todo atado y bien atado con su hijo al frente del PP provincial desde hace 2 años y la presidencia de la Diputación esperando. Se va satisfecho porque, gracias a las bases, venció a Feijóo en el congreso provincial en el que se impuso Manuel Baltar a pesar de la conspiración del presidente de la Xunta y sus leales.

Baltar se va satisfecho porque se le recordará como el único político del PP gallego que hizo frente a Fraga amenazándole con dejarlo en minoría si no daba a Ourense el trato que merecía. Admite que perdió ese pulso y que fracasó en su intento de “levantar” la provincia, pero seguro que habrá pensado que sobrevivir a un desafío así ante el mismísimo Patrón fue un éxito en sí mismo.

No hay motivo para la alegría en la oposición. PSOE y BNG fracasaron en sus denuncias públicas sobre la contratación de amigos, militantes, familiares y cargos del PP. Baltar se va sin haberse tenido que sentar nunca en el banquillo de los acusados, a pesar de que su gestión política ha sido, al menos éticamente, inadmisible. Baltar puede irse orgulloso también de haber contado con la ayuda de una oposición timorata, apática, ridícula.

lunes, 16 de enero de 2012

FRAGA: ¿PASIÓN POR LA LIBERTAD?

La muerte de Manuel Fraga Iribarne me lleva a recordar, además de todo cuanto se está diciendo de él, lo que significó para la libertad de expresión e información en Galicia durante su largo período como presidente de la Xunta. Casi todas las reseñas que encontramos sobre su amplia biografía destacan su papel como aperturista del Franquismo por haber propuesto la Ley de Prensa. Me llama la atención que el presidente Rajoy haya destacado de Fraga su “pasión por la libertad”. Se puede y se deben destacar de su carrera algunos aspectos positivos, como el de integrar en el sistema democrático a muchos franquistas, su apuesta por la democracia en el Golpe del 23-F o su defensa de las autonomías. Pero no se puede decir esto sin recordar inmediatamente que muchas de sus actitudes, casi siempre contradictorias, fueron profundamente antidemocráticas: nunca condenó el Franquismo ni las dictaduras de Argentina y Chile; creyó en su día que las autonomías rompían la sagrada unidad de España o que la legalización del Partido Comunista era un golpe de estado.


Si Fraga era el progresista del Franquismo, no se puede decir que lo haya sido de la democracia. Como presidente de la Xunta dirigió una política feroz contra la libertad de información en Galicia. Durante su mandato no hubo un solo medio de comunicación gallego sobre el que no ejerciera un control férreo o lo intentara. Durante la crisis del Prestige, que acabó siendo su tumba política, sólo el grupo Prisa y Tele 5 ofrecían información veraz. Al margen de medios escritos de escasa influencia, surgieron en Internet algunos medios digitales que se convirtieron en una de las pocas fuentes informativas gallegas en las que se podía encontrar la verdad de lo que ocurría. Llegó a tal extremo ese control informativo que dirigía Jesús Pérez Varela (al que todos llamaban el “pequeño Goebbels”), que algunos periodistas escribían con seudónimo en esos medios marginales lo que no les permitían contar en sus empresas. No había en Galicia ni un solo periódico que pudiera trabajar con esa libertad por la que Fraga tenía pasión, según Mariano Rajoy.
Las radios y televisiones públicas fueron un modelo de manipulación comparable sólo a las de una dictadura. La RTVG era el Nodo gallego y no creo que nadie en su sano juicio pueda decir lo contrario. Desde la llegada de Aznar a la Moncloa, RTVE se convirtió en una réplica exacta de la gallega. Estaba expresamente prohibido reproducir imágenes de Fraga andando para ocultar su cojera. Estaba prohibido hablar de “marea negra” durante el Prestige.  Estaba prohibido contar la verdad de las vacas locas…
Fueron años oscuros para el periodismo y, por tanto, para la libertad de los gallegos. La única pasión que se vislumbraba en la Xunta de Fraga era la pasión por esconder la realidad. Pérez Varela realizaba un minucioso seguimiento de la información. Misteriosamente, los medios digitales sufrían ataques de hackers que los dejaban fuera de circulación durante días y sus editores y colaboradores recibían presiones. La caza de brujas duró demasiados años sin que en el resto de España se enterase casi nadie de lo que ocurría. Las listas negras de la RTVG fueron sólo la punta del iceberg, el principio de una obsesión en la que estuvo acompañado por numerosos periodistas y políticos sin escrúpulos.
Hablar de Manuel Fraga sin recordar su faceta de censor en democracia sería una injusticia, como también lo sería no recordar que, pese a ello, fue derrotado en las urnas.