jueves, 27 de febrero de 2014

PACO DE LUCÍA: VOZ DEL SILENCIO

Siempre he creído que mi alma es mitad flamenca y mitad afroamericana. Ambas culturas tienen elementos comunes que se proyectan emocionalmente con pasión. Hay en ellas la expresión de lo más hondo de todas las almas silenciadas del planeta. Los que no somos ellos, encontramos en su arte aquello que desde niños nos enseñaron a esconder. Lo que para nuestros educadores eran signos de debilidad, es para ellos la muestra de su grandeza de espíritu, su diferencia, su identidad.



Sí, soy mitad flamenco desde que acudí a un teatro de Sevilla a los 19 años. Mi alma rockera quedó hecha añicos con aquella música antigua, inexplicablemente cercana e inmortal. Me cautivó su ritmo y su compleja desnudez. Poco después y gracias al crítico Miguel Acal, asistí a alguna fiesta privada en casa de mis padres en Bormujos con Pedro Peña y Pedro Bacán. Recuerdo que me tiré de cabeza, a pesar de mi enfermiza timidez, a tocar palmas con ellos. Les sorprendió tanto como a mí que no destruyese el duende de aquellas largas e invernales madrugadas. Y yo, que hasta entonces había despreciado aquella música con la arrogancia de la juventud y la modernidad, me di cuenta de que una parte de mí era orgullosamente flamenca.


Recupero estos recuerdos ahora que ha muerto Paco de Lucía llevándose con él una parte de nosotros mismos. Porque el artista es el médium que da voz al grito enmudecido de nuestras almas.