La crítica situación que vive
Mariano Rajoy pone sobre la mesa la evidencia, una vez más, de que la cultura
democrática española deja mucho que desear. Sin embargo, ha habido políticos
españoles que han afrontado situaciones críticas de una manera correcta, aunque
es verdad que no sin cierta resistencia.
Entre las más recientes está
la del expresidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, curiosamente
forzado a hacerlo por el propio Rajoy. "Yo creo que hoy nadie quiere más al Partido Popular y a
España que Francisco Camps. Nos ha dado a todos una lección de saber
estar en política y de saber dar un paso atrás". Lo dijo el vicesecretario
general del PP, Esteban González Pons. Ahora dice sobre Bárcenas, sus
acusaciones al presidente y al partido que “no se puede hacer el juego a un
presunto delincuente frente al Gobierno de España”. Camps justificó su retirada
como un sacrificio a favor de Rajoy a pesar de ser inocente. Quizá esperaban un
gesto así del extesorero.
En el caso valenciano,
relacionado con el caso Gürtel y en el que ya estaba presente Bárcenas, el PP
actuó más para proteger al candidato Rajoy que por principios democráticos, tal
y como se demuestra ahora. La situación del presidente del Gobierno y del
Estado es infinitamente más grave que la de Camps y sus “ridículos” trajes.
Quizá no es casualidad que sea
tan difícil encontrar políticos del PP de cierta relevancia que hayan decidido
dejar sus cargos. Habría que recordar a Manuel Pimentel, que dimitió como
ministro de Trabajo al considerarse políticamente responsable de la actuación
de uno de sus colaboradores. Ahora, sin embargo, nadie se considera comprometido
por haber nombrado y amparado durante décadas a un “delincuente” que hasta hace
poco era un trabajador ejemplar con una estrechísima relación con la cúpula
popular y el mismo Rajoy.
Encontramos más casos
relevantes en el PSOE: Fernárdez Bermejo, Narcís Serra, García Vargas, Vicente
Albero, Antoni Asunción, José Luis Corcuera, García Valverde o Alfonso Guerra.
Todos ellos abandonaron sus cargos por considerarse políticamente responsables
de actuaciones reprobables, no por decisiones judiciales. Ninguno de estos casos alcanzaba la gravedad actual.
Tampoco podemos olvidar la
actuación de dos presidentes del Gobierno: Adolfo Suárez y Felipe González. Suárez
dimitió al considerar que no podía seguir ante la falta de apoyo de su propio
partido. Felipe González decidió convocar elecciones anticipadas tras
producirse numerosos y graves casos de corrupción, aunque nunca asumió
responsabilidades políticas por ninguno de ellos.
No parece que Rajoy tenga
muchas más alternativas que las que ya se han dado en nuestra democracia. Ese “hacemos
lo que podemos”, que escribió a Bárcenas desde su móvil, es una losa demasiado
pesada para cualquiera, incluso para él.
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