lunes, 15 de julio de 2013

RAJOY Y LA TRADICIÓN DE NO DIMITIR

La crítica situación que vive Mariano Rajoy pone sobre la mesa la evidencia, una vez más, de que la cultura democrática española deja mucho que desear. Sin embargo, ha habido políticos españoles que han afrontado situaciones críticas de una manera correcta, aunque es verdad que no sin cierta resistencia.

Entre las más recientes está la del expresidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, curiosamente forzado a hacerlo por el propio Rajoy. "Yo creo que hoy nadie quiere más al Partido Popular y a España que Francisco Camps. Nos ha dado a todos una lección de saber estar en política y de saber dar un paso atrás". Lo dijo el vicesecretario general del PP, Esteban González Pons. Ahora dice sobre Bárcenas, sus acusaciones al presidente y al partido que “no se puede hacer el juego a un presunto delincuente frente al Gobierno de España”. Camps justificó su retirada como un sacrificio a favor de Rajoy a pesar de ser inocente. Quizá esperaban un gesto así del extesorero.



En el caso valenciano, relacionado con el caso Gürtel y en el que ya estaba presente Bárcenas, el PP actuó más para proteger al candidato Rajoy que por principios democráticos, tal y como se demuestra ahora. La situación del presidente del Gobierno y del Estado es infinitamente más grave que la de Camps y sus “ridículos” trajes.

Quizá no es casualidad que sea tan difícil encontrar políticos del PP de cierta relevancia que hayan decidido dejar sus cargos. Habría que recordar a Manuel Pimentel, que dimitió como ministro de Trabajo al considerarse políticamente responsable de la actuación de uno de sus colaboradores. Ahora, sin embargo, nadie se considera comprometido por haber nombrado y amparado durante décadas a un “delincuente” que hasta hace poco era un trabajador ejemplar con una estrechísima relación con la cúpula popular y el mismo Rajoy.

Encontramos más casos relevantes en el PSOE: Fernárdez Bermejo, Narcís Serra, García Vargas, Vicente Albero, Antoni Asunción, José Luis Corcuera, García Valverde o Alfonso Guerra. Todos ellos abandonaron sus cargos por considerarse políticamente responsables de actuaciones reprobables, no por decisiones judiciales. Ninguno de estos casos alcanzaba la gravedad actual.

Tampoco podemos olvidar la actuación de dos presidentes del Gobierno: Adolfo Suárez y Felipe González. Suárez dimitió al considerar que no podía seguir ante la falta de apoyo de su propio partido. Felipe González decidió convocar elecciones anticipadas tras producirse numerosos y graves casos de corrupción, aunque nunca asumió responsabilidades políticas por ninguno de ellos.


No parece que Rajoy tenga muchas más alternativas que las que ya se han dado en nuestra democracia. Ese “hacemos lo que podemos”, que escribió a Bárcenas desde su móvil, es una losa demasiado pesada para cualquiera, incluso para él.

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