jueves, 23 de junio de 2011

Las incógnitas del 15-M

Se tiende a hablar de “los indignados” o del 15-M como un bloque uniforme. Siguiendo la actividad intensa de sus más productivos seguidores te das cuenta de que no es así. Hay propuestas razonables y hay otras sencillamente extravagantes. Muchos mensajes recurren a expresiones como “no queremos líderes, políticos, tertulianos…”.


La gran incógnita del movimiento es la forma en que pueden conseguir los objetivos que persigue. Renunciando a los instrumentos del sistema, a los democráticos, parecen no desear ni tan siquiera que funcionen al servicio de los ciudadanos. Es difícil imaginar, porque tampoco lo dicen, la forma en que pretenden que se gobierne. Implícitamente parecen proponer una anarquía y, por lo tanto, un país sin Estado. Y, la verdad, en un mundo tan complejo como el actual, es sencillamente imposible imaginar una sociedad como la nuestra gestionada de forma asamblearia.

Otros “indignados” parecen intentar que las cosas cambien y que las instituciones y sus responsables dejen de vivir en su burbuja y gobiernen para los ciudadanos. En esto estaríamos de acuerdo muchos, entre otras cosas porque es la única forma realista de mejorar las condiciones de vida de todos.

A la mayoría le parece razonable que haya más democracia real, más directa, más participativa, sin corrupción, con gobiernos autónomos que no legislen bajo la coacción de los mercados… Para conseguir estos objetivos no es necesario destruir la democracia, sino ponerla al servicio de la sociedad.

Si persisten en sus proposiciones más disparatadas, me temo que perderán el apoyo social que reflejan las encuestas y acabarán ocupando una página romántica y testimonial de la Historia. 

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