lunes, 18 de julio de 2011

Rajoy: la ley del silencio

Optar por no decidir sobre cualquier asunto de la vida es también una decisión y, por lo tanto, tiene consecuencias. Mariano Rajoy toma esta opción cada vez que un escándalo afecta al Partido Popular. El silencio, y su huida nada disimulada de los periodistas o de comparecencias públicas con preguntas, es su expresión más visible.


Es insólito que el líder de uno de los dos principales partidos españoles se niegue a hacer declaraciones sobre hechos graves de presunta corrupción como el caso Gürtel y la figura de Francisco Camps. Más lo es aún que no tenga consecuencias políticas ni en el seno de su propia formación ni en resultandos electorales como el de la Comunidad Valenciana.

La obsesión de Rajoy parece ser únicamente no producir más desgaste del necesario al PP y basar la mayoría de sus opciones de victoria en el desgaste del PSOE. Es decir, una estrategia pasiva. Con ella mata dos pájaros de un tiro porque también evita dar explicaciones sobre asuntos en los que hay una colisión clara entre los intereses electorales y la ética, un aspecto, por otra parte, poco o nada valorado por muchos de sus votantes. 

El caso Gürtel hace tiempo que es la más clara muestra de su consciente pasividad. De hecho, es posible que el presidente del PP haya batido una marca mundial tras el descubrimiento de la trama liderada por Correa. En 2009 estuvo seis meses sin comparecer ni una sola vez ante los periodistas para evitar sus preguntas. Una actitud que es imposible imaginar en un presidente del Gobierno, pero que seguramente es inédita en un partido que está en la oposición. Ahora que se sabe que Camps tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados ante un jurado popular, Rajoy parece querer repetir la experiencia.

Por suerte para él, las imperfecciones de nuestra democracia permiten a un líder político no sólo hacer ostentación de esta actitud, sino obtener beneficio electoral de ella. Algo debe cambiar en la legislación para que casos como el de Camps no sean posibles y para que, de paso, Rajoy no se vea obligado a recurrir a su ley particular, la del silencio.

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